Cumplir una década es un hito poco común en esta industria. Desde 2015, en el interior del Hotel Nippon (Barón Pierre de Coubertin 62) funciona un bar de temática speakeasy que apostó fuerte por mantener un bajo perfil y cautivar a un público de fieles parroquianos que vuelven constantemente. A diez años de su apertura -en el mismo spot donde antes hubo un karaoke japonés- Hidden Bar se mantiene vigente con una identidad clara, una barra confiable y una programación de música en vivo que le da pulso a sus fines de semana.
Detrás del proyecto está Nicholas Cornell, quien explica que la filosofía del bar va más allá de simplemente ofrecer una buena coctelería. “Queremos que la gente se sienta bienvenida y acogida a través de un servicio hospitalario. Cada vez estamos más convencidos que esa es la clave del éxito”, explica.
Esa idea permea en toda la experiencia que ofrece el local. Un espacio íntimo, con luz baja y un pequeño escenario central donde, los fines de semana, pasan desde soul y jazz hasta tributos a Sinatra o The Cranberries. La barra, hoy liderada por el bartender Javier Rodríguez, es lo que aglutina toda la experiencia de Hidden Bar, con una coctelería técnica, moderna y bien ejecutada.
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La coctelería de Hidden Bar se ordena en torno a reversiones de clásicos. Son sabores reconocibles, bien equilibrados y que tienen como gran elemento en común su alta tomabilidad (cócteles que invitan a seguir tomando sin cansar). En esa línea aparece Templario ($8.900), una lectura propia del negroni hecha con tequila 100% agave, DOM Bénédictine, bitter rojo y vermú rojo, ahumado con tabaco de vainilla. Se mantiene fiel a la identidad de este clásico, pero le da un nuevo matiz coherente con el espíritu del bar con las notas a tabaco.
Otro eje es el trabajo de clarificación, un proceso para eliminar partículas en suspensión de un cóctel y entregar una bebida más limpia y cristalina. “Milkicilin” toma el cada vez más popular Penicillin y le hace un ‘milk wash’, como se conoce este proceso en inglés. El resultado es un trago cremoso, con sutiles notas lácticas que redondean jengibre y limón sin opacar su perfil ahumado. Técnica bien aplicada al servicio de su cóctel.
Inspirada en el Paloma, la Palomita Trasandina ($9.000) suma pisco y syrup de mate a la ecuación para ofrecer un cóctel refrescante y con más capas de sabor que el original. Para cerrar, ideal es el Warm Sazerac ($8.700) –bourbon, Peychaud’s, almíbar simple y perfume de naranja- un bajativo tibio que se agradece especialmente en días helados.
Diez años después de su apertura, Hidden Bar continúa escribiendo su historia sobre una coctelería bien trabajada, música en vivo y hospitalidad. Ecuación que parece evidente, pero que de ninguna manera lo es.
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