
En plena avenida Lastarria, justo al costado de la Parroquia de la Vera Cruz, una casona de 1800 recobró vida con la apertura de Oda, un nuevo proyecto que busca rendir tributo a Chile a través de su gastronomía y su identidad. La remodelación estuvo a cargo de Zúñiga y Compañía, responsables de dotar al espacio de una estética moderna sin borrar las huellas del tiempo como sus vigas de madera o los muros de ladrillo que en algunos lugares quedan a la vista para dar cuenta de la historia del barrio.
El nombre no es casual. Oda es una declaración de amor a los paisajes, productos y sabores del país, una forma de mirar hacia adentro con respeto y orgullo. Sus creadores –Christian Bulla, José Tomás Vegas y Danni Graterón- vieron en Lastarria un lugar ideal para revalorizar la cocina chilena, precisamente por la escasa presencia que tenía en un barrio marcado por propuestas más globales.
Tras una -injusta y poco seria- funa por parte de una tiktoker que circuló en redes, fuimos a conocer el restaurante para comprobar si, más allá de la polémica, la propuesta lograba sostener su promesa de rendir homenaje a la gastronomía chilena.
![]()
Su lema es “Gastronomía honesta (con historia)” y tanto en los platos como en su coctelería eso se refleja con claridad. Toman recetas, productos y sabores de las distintas cocinas de Chile —de norte a sur—, mientras que su coctelería se inspira en los valles vitivinícolas y las zonas pisqueras del país.
Para picotear, y como es habitual en nuestro país, llega un pebre, en este caso emulsionado con vinagre de vino blanco, acompañado de un pan de masa madre con higo deshidratado.
Cuentan con varias opciones de entradas y piqueos pensadas para compartir. No podían faltar las croquetas, que aquí buscan darles un giro para destacar el producto chileno. Hay versiones rellenas de salmón de Aysén sobre emulsión de palta ($15.900), de pastel de choclo ($9.900) o de jaiba ($16.400). Para elegir a gusto del comensal.
Uno de sus platos imperdibles es el Chupe de Jaiba de Magallanes ($18.900). A diferencia de lo habitual, aquí el chupe está pensado como un dip y llega rodeado de suflés de cochayuyo para dipear. Una genial forma de darle un nuevo sentido a uno de los clásicos de la cocina chilena, sin alterar ese sabor que tanto nos gusta.
También en el apartado de entradas está el Pilpil de Pollo y Camarón ($12.000), otra preparación tradicional que aquí está bien resuelta. Se presenta en una paila de greda que llega sobre fuego para mantener el calor, acompañada de sopaipillas al estilo sureño (sin zapallo).
Como fondo, uno de sus best sellers es la Lengua de Res ($13.600), braseada con demiglace de dátiles y papas chilotas. Una gran ejecución para uno de los cortes más nobles de la vaca. La cocinan sous vide durante 12 horas y luego la sellan en sartén. A la mesa llega bañada en una demiglace de dátiles, ajo negro chilote y un toque de romero.
En cuanto a bebestibles, aún se encuentran ajustando su carta de vinos, donde hay varias opciones de pequeños productores como Acróbata o Trapi del Bueno, además de una bien trabajada carta de coctelería de autor. Destacan preparaciones como el Nortino ($6.900), hecho con jugo de papayas de La Serena, jugo de limón, pisco y sirope especiado, servido en un vaso con jeroglíficos de Atacama; o el Patag0nia ($7.600), con sirope de calafate, jugo de limón, pisco y perfume de jengibre. También hay sorpresivas reversiones, como su Pichuncho, que lleva un fat wash de chicharrones para sumar complejidad y notas ahumadas.
Para cerrar, el postre estrella de la casa es la Leche Asada ($6.900) con praliné de nueces y almendras, que cumple con todo lo que uno espera de su sabor tradicional. En estos meses de verano que se avecinan, también es una gran alternativa el Mote con Huesillo ($5.500), una de las preparaciones más refrescantes y queridas de la gastronomía chilena.
Oda se suma a la corriente de los restaurantes que vuelven la mirada hacia lo chileno. En un escenario donde cada vez más cocineros se atreven a poner en valor los sabores de Chile, su propuesta celebra el territorio y demuestra que nuestra gastronomía parece por fin estar entrando en un momento de renovación y de orgullo.